lunes, 9 de abril de 2007

CUENTOS: EL GENERAL

EL GENERAL

Caminó por el pasillo habitual con su voluminoso dossier en la mano. Su rostro moreno adusto, escrupulosamente afeitado, no sonrió al saludar con indiferencia al edecán que controlaba la entrada de la imponente oficina presidencial. Su uniforme, como siempre, estaba impecable, con pulcritud estudiada y solemne lucía sus galones de coronel. Entró a la oficina y fue recibido con una sonrisa del general a cargo del país. Se saludaron afectuosamente y se sentaron en el living de felpa verde olivo donde los esperaba un sobrio desayuno en la mesa de centro. Eran las 8 hrs. AM en punto, reunión desayuno de todos los días de trabajo, en la cual el coronel, a cargo de los servicios de inteligencia exponía con eficiencia las novedades del día anterior. Mientras bebía su café cargado sin azúcar, el coronel informaba de las bajas del enemigo, identificaba detalladamente los casos de personas públicas, los nuevos centros para obtención de información, los cambios ocurridos en los campos de concentración, el accionar y planes de los enemigos, las estrategias de su institución para anularlos y los contactos con los servicios de otros países. El general escuchaba atentamente y al terminar la exposición le indicó que su preocupación mayor era la intrusión de los organismos internacionales de derechos humanos, que molestaban con más insistencia y que incluso un par de embajadores se habían permitido insinuarle que los métodos debían ser revisados y atenuados para evitar molestias a sus gobiernos. Acordaron que las condiciones no permitían bajar la guardia y que había que resistir la presión internacional hasta que el enemigo estuviese controlado totalmente. También acordaron usar sus habilidades y medios para distorsionar la realidad , confundir a los detractores y ganar el tiempo que fuese necesario.

Parece que no se pudo controlar al enemigo y con el retorno de la democracia se intentaron juicios a los responsables máximos. El escurridizo ex jefe de inteligencia, ahora general, luchaba con todos los medios disponibles para evitar su detención, y una de sus estrategias era imponer su verdad con la misma eficiencia y convicción que siempre usó en el desempeño de su trabajo. En una entrevista televisiva el periodista intentaba infructuosamente presionarlo con el peso de las evidencias.
-Por qué insiste que su institución no torturó ni hizo desaparecer gente si existen tantos testimonios y evidencias que así lo avalan?
-Pueden existir millones de testimonios¡. Pero todos ellos mienten¡ Nunca se hizo desaparecer ni se torturó a alguien¡. Incluso, le puedo agregar que para vencer la resistencia de los terroristas usábamos hipnotizadores- El general miraba desafiante a la cámara mientras enfatizaba sus afirmaciones con golpes de su mano derecha al brazo de su sillón.
No se movió un milímetro de su línea argumental, finalmente el periodista le preguntó:
-Está preparado para morir?
-Por supuesto¡ soy ferviente católico y como tal estoy listo cuando Dios lo decida¡.
El periodista casi resignado a una entrevista inocua y sin interés, insistió con una última pregunta.
-Si pudiese volver al pasado, habría algo que cambiaría en la administración de su institución?
-Nada en absoluto¡ Todo lo repetiría exactamente igual¡ Más aún, estoy orgulloso de nuestro comportamiento que fue ajustado a derecho y a la ley de Dios¡- El general terminó su intervención con una sonrisa socarrona y despreciativa.

“Que es entonces la verdad?. Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son, metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora consideradas como monedas, sino como metal”. Abandonó a Nietzche dejando el libro repujado en elegante cuero sobre sus rodillas mientras elevaba la vista como concentrado en las vigas de roble, sus pensamientos vagaron sin rumbo teniendo como eje central los conceptos de realidad y verdad. Que es la realidad?. Existe objetivamente fuera de la mente o está distorsionada por esta, o peor aún, creada por la mente?. El general si creía que la realidad existía objetivamente y que lo único que había hecho él y su grupo era ayudar a que prevaleciera ésta, la verdadera. Por supuesto, en un estado de guerra todos los medios y herramientas eran válidos, incluso la ilusión de verdades o no verdades son legítimas si se trata de conseguir que la verdadera realidad prevalezca. Recordó las instrucciones de su jefe, quien ahora se defendía aduciendo que él solo conocía la política macro, que no conocía los detalles de lo que hacían sus subordinados.
Con un rictus de leve amargura en sus labios, lentamente se encaminó al piano y casi maquinalmente se sentó y sus manos recorrieron las teclas y surgieron notas lánguidas, tristes, que se arrastraban con el peso de la angustia de Beethoven hecha música en su sonata opus 10 N° 3 ...largo e mesto...

Al principio fueron detalles como su taza favorita que no encontró y al preguntar por ella le indicaron que no la recordaban. Como no recordarla, si era especial, cuadrada y de colores fuertes con predominio del naranja ¡. Su cocinera lo miraba con temor y no pudo articular palabras que lo contradijeran; sabía de sobra la reputación de su jefe. Recurrió a su señora, quien tampoco recordaba esa taza.

Su chofer manejaba y él leía el diario en la parte posterior del Mercedes Benz, iban por el camino habitual, distraídamente observó el paisaje y notó algo raro, tuvo que concentrarse para darse cuenta de que se trataba, si, faltaba un enorme edificio que siempre había estado en esa esquina y ahora era una plaza. Le preguntó a su chofer cuando habían demolido a ese edificio, este pidió un par de veces que le repitiera las coordenadas de las calles y luego de reflexionar le dijo que nunca había existido un edificio en esa esquina.

Cuando no pudo encontrar una calle bien conocida por él y le explicaron que esa calle no existía, por lo menos en esa área, el temor lo invadió. Se estaba volviendo loco?, así sería el proceso de la locura?

En la noche el temor apretaba con más fuerza sus garras, no podía conciliar el sueño y cuando lo lograba por escasos minutos horrendas pesadillas lo despertaban. El no recordaba los detalles pero sí el temor que le dejaba un sabor áspero y amargoso en la boca.
Una noche, con el temor de siempre, se levantó y recorrió la casa, se dirigió al parque y llamó a su perro, a su fiel pastor alemán negro pero este no apareció, llamó a la guardia permanente y cuando aparecieron dos de ellos les preguntó por su perro, estos se miraron confundidos sin saber que contestar, finalmente uno de ellos le dijo que no recordaba haber visto en la casa al perro que el describía, más aún, que en esa casa no habían perros. Los increpó con furia y les dijo que al otro día los cambiaría por personal nuevo más eficiente.

Cada día advertía que en el exterior de la casa, cuando visitaba a su abogado o algún familiar o simplemente salía a pasear, desaparecían edificios, puentes, plazas, supermercados. Aterrado ya no preguntaba por las desapariciones, finalmente se decidió a ver su médico a quien le hizo jurar que no comentaría con nadie su problema. Dócilmente se sometió a múltiples exámenes, incluso le sugirió a su médico diferentes caminos de investigación, pero todo fue en vano, ningún examen evidenció alguna anormalidad, excepto las ya conocidas por él y su médico. El médico conjeturó que el stress a que estaba sometido lo estaba afectando sicológicamente y le recomendó ver a un siquiatra. No aceptó la sugerencia y solo le solicitó remedios para dormir Regresó a casa y se recluyó en ella, decidió no salir, pensaba que el problema estaba afuera, confiaba que un milagro volviera todo a la normalidad, pero mientras tanto él no se expondría al mundo exterior.

Esa misma noche fue despertado por su mujer para sacarlo de una de sus pesadillas habituales. Respirando con dificultad se levantó y fue por un vaso de agua. Se dirigió al piano y se sentó frente a el mirando distraídamente, de pronto sus ojos se fijaron en la fotografía que estaba posada en el instrumento y palideció, se llevó una mano a su boca para retener un quejido, siempre estaba él, su mujer y su hijo, pero ahora no estaba el hijo. Casi corriendo fue al dormitorio del muchacho y con sorpresa constató que no era un dormitorio, era una sala de estar, trastabillando, jadeando, con dolor en el pecho que intentaba aminorar con sus dos manos, regresó gritando a su dormitorio:
-Mádelin, donde está Carlitos¡- la miraba con ojos blancos de terror
Ella asustada, se incorporó y lo miró con iguales ojos - ¡Carlos, por Dios¡ De que Carlitos hablas?-
Carlos acusó el golpe como un garrotazo en su frente y se sentó aspirando aire a borbotones.
-¡Hablo de nuestro hijo¡ Carlitos, de 14 años¡- imploró con su rostro.
-¡Carlos, estás muy enfermo¡ Nunca hemos tenido un hijo¡ Te suplico que mañana vayamos al hospital¡- lo abrazó con compasión y dolor.

Nunca supo cuanto tiempo había pasado pero despertó gritando, buscó a tientas a su mujer pero no la encontró. Corrió por la casa llamándola pero no apareció, regresó gimoteando al dormitorio, miró en los closet y no encontró ropa de mujer, llorando se dirigió a la salida, abrió la puerta y se detuvo horrorizado, no había calle, no habían árboles, casas, nada, solo el vacío, se veían las estrellas como si la casa estuviese suspendida en el espacio. Intentó cerrar la puerta, pero tuvo la sensación que su cuerpo se encogía hasta el infinito y que el último rastro de materia desaparecía.

Percibió a lo lejos diminutos puntos luminosos que se alejaban y se preguntó si eran los átomos de la materia que él conoció o bien estrellas lejanas en un vacío sobrecogedor. No supo en que tiempo esos puntos brillantes se despidieron con un último guiño luminoso. Intuía que el tiempo también se había desvanecido y ahora si estaba solo en la nada. Un alarido de terror, sin sonido, sin percepción física, sin existencia real, llegó hondo a lo que quedaba de él.


Mi mente sigue funcionando, parece, mis recuerdos están , pero nada más, es como estar sumergido en un agua espesa, negra como el azabache, sin oír, sin tacto, sin gusto, sin oler y sin vista. Estoy solo con mis pensamientos, mis recuerdos, los hechos pasados, no recibo nueva información, no existe un exterior, los sentidos no funcionan, por lo tanto no tengo opción salvo recordarlos, analizarlos, mirarlos de diferentes ángulos en una repetición infinita, caótica, aterradora. Me imagino que algo parecido sentían los pobres diablos que encerrábamos en esas pequeñas cajas de madera.
Estaré en coma? No, debo estar muerto, si, seguramente es así, pero de que se trata todo esto?. ¡Oh Dios mío, perdóname y ayúdame por favor ¡ Y si Dios no existe? Y si existe pero no me escucha?
La soledad absoluta en el espacio infinito y sin tiempo es desgarrador, enloquecedor, inexplicable, no sé si han pasado solo unos segundos, horas, días, pero sospecho que han sido millones de años humanos.
Estoy en el borde de la demencia, pero siento, presiento que nunca llegará la paz de la locura. Quisiera llorar, pero solo puedo recordar las notas de la sonata de Beethoven que se desgranan como lágrimas amargas, sufrientes, dolidas, cansadas¡
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Wilfredo Fleming P.
5 nov.2004

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