domingo, 28 de agosto de 2011

DERECHOS HUMANOS

COMISION VALECH

DECLARACIÓN



Wilfredo Fleming Pinto, de nacionalidad chilena, RUT 4321793-3, nacido el 4 de agosto de 1940 y domiciliado en Los Estanques 1960 Depto 201, Providencia, Santiago, a continuación declara sus experiencias durante el proceso de detención y torturas en marzo/abril de 1974 por parte de militares del régimen imperante en esa época.


El 27 de marzo de 1974 llegaron a mi casa de Reina Victoria 6450 de La Reina, Santiago, militares de civil con el objeto de llevarme para un supuesto interrogatorio de rutina. Mi señora, Juana Contador Toledo, RUT 4046749-1 los recibió y se le dijo que volverían al día siguiente y que era imperativo que yo me encontrara allí. Ingenuamente pensé que dado que no había cometido ningún delito debía estar allí para el supuesto interrogatorio de rutina.
Al día siguiente aparecieron 7 efectivos militares vestidos de civil, uno de ellos, aparentemente a cargo del grupo se identificó como militar del SIM mostrando un carne del ejército. El hacía las preguntas, era de mediana edad, delgado, de tez blanca, estatura mediana(alrededor de 1,70 mts.) y era el único de terno, el resto usaban casacas y vi algunos portando pistolas y otros armas que me parecieron ametralladoras pequeñas. Yo estaba vestido de terno y me “sugirieron” que me cambiara de ropa, eso me inquietó pero ya era muy tarde para retroceder, lo hice y me llevaron en una camioneta de color celeste con patente provisoria 70-150 de la Comuna La Cisterna( esto último lo tomé del recurso de amparo que fue manejado por mi señora y hermano Jackie Fleming). Se fueron por Irarrázabal y se detuvieron al frente del supermercado Portofino de ésa época y cerca de una comisaría, allí me vendaron los ojos con una especie de tela adhesiva y encima sentí que embetunaron con algo y después me pusieron unos lentes que supongo era ahumados. Después de unos 30/40 minutos más o menos llegaron a un lugar donde me hicieron bajar.


En ese lugar me quitaron mis pertenencias y me interrogaron sobre mis datos personales y después a empujones y garabatos me hicieron bajar por una escalera circular, por lo tanto supongo que era una especie de subterráneo. Sentí que había más gente, tropecé con una pierna de una niña que sollozaba y a su lado había otra que intentaba consolarla. Me esposaron de pies y manos a una silla y me dejaron allí. Se escuchaban gritos desgarradores provenientes de algún lugar cercano. Cerca de mí golpeaban a un hombre, lo cual repetían cada cierto rato, más tarde lo conocí en Tejas Verdes. Recuerdo que trajeron un muchacho joven, a quien también después conocí en Tejas Verdes, el cual se puso a sollozar y los individuos a cargo allí le preguntaron riéndose porque lloraba y él les pregunto si lo iban a matar, porque crees eso le contestaron, porque he notado que hay hoyos en la pared y supongo que aquí fusilan, carcajadas fueron la respuesta. Había actividad, escuchaba pasos, gritos y cada cierto tiempo volvían a golpear a la persona que estaba cerca de mí.


Después de muchas horas, no sé cuantas, quizás unas 6/8 horas , 2 individuos me llevaron a un piso superior y me dejaron en un lugar muy frío, supongo que era una especie de frigorífico. Cada cierto tiempo venía un individuo que me agarraba del pelo y me inclinaba la cabeza hacia un lado, después repetía el proceso inclinando mi cabeza en otra dirección. Después de un largo rato en esas condiciones me llevaron a un lugar cercano y allí empezó el interrogatorio. A que partido político perteneces?¡ Cuando contesté que independiente de izquierda, lo cual era desgraciadamente cierto, una lluvia de puñetes me cayó en la cabeza y al insistir en mi respuesta los golpes se extendieron por el pecho, estómago, riñones y parte posterior del cuello, mientras un individuo me tiraba del pelo para mantener mi cabeza erguida. Este tratamiento duró un buen rato, me imagino que era normal que muchos compañeros decían que eran independientes de izquierda, pero en mi caso no podía inventar un partido porque sabía que después vendrían preguntas sobre los componentes de la célula, quien era el jefe, donde nos reuníamos, etc, por lo tanto no tuve más alternativa que soportar y mantener mi respuesta. Me dijeron de que en vista de que no cooperaba tenían que hacer otro procedimiento, me desnudaron y me amarraron a una camilla, allí me colocaron alambres en los testículos, pies y en las sienes y me rociaron con agua helada. Nuevas preguntas: porque estudié fotografía, a que militares les saqué fotos, quien me ordenó tomar el curso de fotografía, porque estudié karate y todo esto en el medio de fuertes golpes eléctrico. Recuerdo que al primer golpe eléctrico mi cuerpo saltó en la camilla y se cortaron los cordeles que me ataban a ella, furiosos me ataron de nuevo con doble cordel y me golpearon con unos palos en todo el cuerpo, pero preferentemente en las piernas, a la altura de las canillas. Tenía mucho miedo de que mi esfínter anal se soltara producto de los golpes eléctricos, pues sabía que eso podía suceder y temía a la reacción de mis torturadores. Después me preguntaron quien era el jefe político en la Standard Electric, les di un nombre, pero cuando se enteraron que estaba fuera del país aumentaron la intensidad de los golpes eléctricos. Me agregaron un alambre en el pene y con cada golpe mi cuerpo saltaba y retorcía mientras veía una especie de rayo en mi cerebro. Alternaban este procedimiento con golpes de palos, siempre de preferencia en mis piernas, finalmente acepté que yo era el jefe político de la Standard Electric. Después me maltrataron largo rato y de igual manera, preguntándome ahora donde estaban las armas, como les dije que no habían armas agregaron ahora un palo o algo parecido pero con punta que clavaron entre mis costillas de la izquierda. Largo rato estuvieron en esa pregunta, siempre alternando golpes eléctricos, golpes de palo y clavazón en mis costillas. También me exigieron nombres de los compañeros de la empresa que tenían armas. En vista que según ellos no cooperaba ahora pasaron a otro método y me colocaron unas bolsas de plástico en la cabeza haciendo un torniquete a la altura del cuello. A la primera respirada el plástico se pegaba y no había aire, la angustia era espantosa y sentía como miles de agujitas se clavaban en mi cerebro. Lo hicieron unas 4 o 5 veces. Después otro tipo de preguntas como afiliación política de mi cuñado y de compañeros de la empresa. Específicamente me preguntaron que fueron hacer los presidentes de los sindicatos de la empresa a Alemania, les dije que asistieron a la reunión mundial de las juventudes. Pude comprobar que sabían bastante de mí y de mi entorno. Perdí la noción del tiempo, pero sentí como que había conocido la eternidad. Finalmente me dijeron que esto había sido solo una muestra de lo que venía, hasta que recuperara la memoria. Me vistieron y me llevaron a la rastra al lugar donde había estado originalmente y allí me dejaron esposado. No sé cuanto tiempo había pasado, quizás 2 o 3 horas, no sé.


Cuesta describir lo que mi cerebro pensaba y sentía, estaba sumido en un estado de angustia espantosa , aterrorizado, sin entender exactamente lo que estaba pasando. Al rato sentí mucho frío, luego una fiebre que me consumía y empecé a transpirar copiosamente y vomité un poco, las esposas se incrustaban en mi muñecas y pies. Pedí que me soltaran un brazo pues me dolía terriblemente un hombro, pero no me lo permitieron. La tortura sicológica de la espera era siniestra, los minutos se deslizaban como horas, a veces sentía pasos que se detenían frente a mí y mi corazón empezaba a latir con fuerza, me daba terror imaginarme una nueva sesión de tortura, con las mismas preguntas y yo con las mismas respuestas, tenía la sensación de que cuando se paraban frente a mí movían las manos alrededor mío, sin tocarme. Pensaba que si no venía una nueva tortura me matarían. Continuaban los gritos desgarradores y continuaban maltratando al que estaba cerca de mí, percibía golpes y patadas y también golpes que me parecían efectuados con la culata de algún arma grande. Parece que a pesar del tiempo infinito llegó la noche, pues noté menos actividad. En un momento de la noche escuché ruidos , sonidos, gritos apagados, sollozos que venían de un cuarto contiguo, era obvio que estaban violando a una compañera..


Luchaba con mi cerebro para no enloquecer. Intentaba comunicarme con mis seres queridos a través del pensamiento pidiendo ayuda. Era tan difícil mantenerse lúcido después de una tortura, esposado a una silla sin poder moverse, sin visión, con el cuerpo molido, escuchando como torturaban a otras personas. El lenguaje soez y vulgar de los individuos que estaban a cargo del lugar, era otro ingrediente que se añadía al horror de la situación. Cada segundo machacaba mi cerebro, y así, segundo a segundo pasaron los minutos y las horas. Rogué por agua y me dijeron que no podían dármela, que si lo hacían sin esperar un tiempo después de la tortura eléctrica podría morir, me pareció macabramente irónica esa explicación después de lo sucedido. Después de un largo tiempo, que pienso serían unos 2 días me dieron agua y me soltaron un brazo por un rato, lo cual me alivió maravillosamente.


El domingo me nombraron junto a otros 15/17 compañeros y nos tiraron a un camión, siempre vendada la vista y con las manos esposadas por la espalda. Me alegré pues no llegó una segunda sesión de tortura, pero de verdad si la tuve, pasar 3 días en un lugar como ese en las condiciones ya descritas fue una implacable tortura sicológica. Pensé que nos llevaban al Estadio Chile y me alegré, habían compañeros conocidos allí, sin embargo cuando empezó a transcurrir el tiempo, ya más de una hora, empezamos a desesperarnos todos, supusimos que nos llevaban a Chacabuco y en ese caso teníamos por delante meses, quizás años privados de libertad, si teníamos suerte. Junto al grupo iban las 2 niñas que estuvieron todo ese tiempo cerca de mí, una tenía 15 años y la otra 19. Estaba botado en el suelo y me dolía mucho el cuerpo, intenté moverme y una de ellas me permitió colocar mi cabeza en sus faldas, ella sollozaba calladamente y algunas lágrimas las sentí caer en mi rostro. Alguien mencionó a Tejas Verdes y sentí de nuevo la angustia del mundo sobre mí, sabía que era uno de los centros de prisión y tortura más crueles del país, dirigido por el tristemente famoso Manuel Contreras. Finalmente llegamos y sí, desgraciadamente era Tejas Verdes.

Después de 3 días, en mi caso, nos sacaron las esposas y las vendas y nos ubicaron en un barracón de madera cuyas ventanas estaban clausuradas. Recuperar la visión y la movilidad del cuerpo me pareció fantástico. Por primera vez nos veíamos, nos reconocíamos e iniciamos una tímida conversación. Era increíble lo distinto que era cada uno en relación a la imagen me había formado en el cerebro. Allí supe, por algunos compañeros que habían reconocido el lugar, que había estado en el centro de tortura de la calle Londres, también conocido como la “casa de música”. Uno de los compañeros, un muchacho joven, un obrero, antes había sido torturado en el Tacna durante 5 días consecutivos, acusado de posesión de armas, porque aparentemente alguien lo informó así a los militares. Otros habían estado antes en la Escuela de Aviación y otros venían de Colina.


Este campo de concentración de Tejas Verdes estaba al pie de una colina, en la cual durante las pocas oportunidades de ver el exterior pude ver a dos Cristos , uno cargando la cruz y otro ya caído. Estaba completamente rodeado de alambres de púas y en las 4 esquinas torrecillas con soldados con ametralladoras. Afuera de la entrada al campo estaba ubicada una casa de los oficiales y más atrás la de los soldados. En el interior habían dos grandes divisiones, la de la derecha tenía 9 barracones, 6 de hombre y 3 de mujeres y correspondían a los que todavía no habían sido interrogados /torturados en ese campo. En el otro lado había una cantidad similar de prisiones de madera con igual proporción de hombres y mujeres y correspondía a los ya interrogados/torturados, que esperaban su nuevo destino. En el centro del campo había un área de tierra. En la parte alta estaban ubicados los pozos negros, desde allí se podía ver hacia la derecha un trozo de la carretera camino a la costa y hacia el otro lado el río y a lo lejos el mar.


En la barraca o prisión de madera que a mí me correspondió habían 17 compañeros, dirigentes de población, dirigentes obreros, un comerciante de La Vega, un arquitecto, un Contador Auditor, un arquitecto, etc. Habían algunas frazadas, pero no suficientes, la primera noche dormí sobre el suelo sin nada con que cubrirme, así que mi sueño fue continuamente alterado por la pesadilla que estábamos viviendo y el frío de las noches de abril en la costa. Al día siguiente personal militar nos fotografió de frente y de perfil y así quedamos oficialmente registrados como” huéspedes” de ese campo .

Pasábamos prácticamente encerrados las 24 horas del día. Alrededor de las 6 de la mañana nos sacaban a correr en el área central de tierra y después a los pozos negros, donde nos permitían un par de minutos para intentar defecar, siempre vigilado por un soldado armado. Satisfacer esa necesidad biológica en esas condiciones era sumamente difícil, en primer lugar porque en el borde de la madera de la letrina pululaban miles de gusanos blancos, por lo tanto la única posibilidad era subirse y no tocar con el cuerpo esa área, después está la situación de un soldado armado que te está mirando y por último el escaso tiempo que te permitían. Habían compañeros que solo podían defecar cada 10 días.
Dos veces al día nos traían un plato de porotos o una sopa de arroz con algo que nunca supe que era y que tampoco nunca intenté averiguar, esto sucedía entre las 12 y 13 hrs. y luego entre la 18 y 19 hrs. Alrededor de las 19 y 19,30 hrs. nos permitían la última salida a las letrinas por un máximo de 2 minutos para cada uno y a las 20 hrs. teníamos que intentar dormir y no se nos permitía hablar, por lo que teníamos que hacerlo en voz muy baja.


Cuando llegué, los compañeros más antiguos nos contaron que Manuel Contreras recién había sido trasladado, para hacerse cargo de la DINA entiendo. Su período había sido horroroso, él había sido responsable del triste prestigio que tenía Tejas Verdes. El oficial visible ahora, de mayor rango era un teniente, quien era un hombre joven, bajo, moreno de bigotes gruesos.


El encierro, falta de espacio, de higiene hacían muy difícil la convivencia entre nosotros. Cada uno intentaba matar el tiempo como podía y de esa manera enfrentar la angustia sicológica del encierro, de la espera del interrogatorio/tortura, del incierto futuro. Uno de los compañeros con un clavo horadó la pared de madera y abrió un pequeño agujero que nos permitía observar el exterior. Así pudimos percatarnos cuando llegó un nuevo cargamento humano, en silencio y con el corazón sobrecogido nos turnamos para mirar y vimos a unos 15/18 compañeros vendados y esposados que mantuvieron contra una pared por unos 30 minutos. Aunque sea difícil de creer, aseguro que vimos a una anciana de alrededor de 80 años que los soldados tuvieron que conducirla paso a paso a la barraca que le habían destinado. También vimos a un compañero que se veía realmente mal, la ropa manchada de sangre, los pantalones rotos y sin zapatos, tuvieron que arrastrarlo 2 soldados pues evidentemente no podía caminar y lo trajeron a la barraca nuestra. Era el que golpeaban salvajemente todos los días en la “casa de música” . Había estado 10 días en ese lugar. Los primeros días solo hablaba incoherencias, estaba cruelmente torturado, sus pies eran una masa informe, sus tobillos y muñecas tenían grandes grietas pues había estado colgado por horas, amarrado con alambre, tenía el rostro deformado y el color negro violáceo le cubría el rostro y todo el cuerpo y dentro de toda esa infamia se agregaba el hecho que todos sus dedos de las manos estaban purulentos, le habían clavado astillas de metal debajo de las uñas.
Por el mismo agujero pudimos ver a los compañeros de la barraca vecina cuando los sacaban y les pasaban lista y así pudimos darnos cuenta que había un muchacho que a lo más tenía 15 años.


El segundo domingo 8 de abril tuve un ataque de pánico, pero al final de día felizmente pasó.


Las mañanas se sucedían con más rapidez, conversábamos, discutíamos y analizábamos lo que había sucedido. Sin embargo las tardes eran tediosamente eternas. El atardecer era terriblemente nostálgico, a veces cantábamos y ya a las 20 hrs. quedábamos solos con nuestros pensamientos. Recuerdo que una noche desperté y escuché sollozar al compañero del lado, era un hombre joven e inmenso, sufría, no podía dormir, me contó que había sido cruelmente torturado. En un principio había negado su militancia comunista, pero una mujer bajo tortura lo había nombrado como integrante del partido, entonces el tratamiento fue mucho más duro, lo habían colgado amarrado con alambre de los tobillos y muñecas, le golpearon los genitales, le introdujeron palos por el recto y le aplicaron golpes eléctricos. Su culpa había sido ser dirigente sindical de su industria.


A medida que pasaban los días la convivencia entre nosotros era cada vez más difícil. Estábamos irascibles y por cualquier motivo nos amenazábamos con golpearnos. Recuerdo que yo solía caminar vigorosamente en el reducido espacio de la habitación, como una forma de aflojar mis tensiones, pero poco me duraba, pues mis compañeros me gritaban y amenazaban si no paraba, en realidad tenían razón, mi paseo en esas condiciones era desquiciante. El aseo interno fue otro problema que tuvimos que enfrentar, al principio algunos compañeros no se preocupaban del tema y en varias oportunidades los reprendí, junto con otros, por tirar escupitajos a la pared. También la necesidad de defecar fue un problema, algunos, pocos eso sí, intentaron defecar en un recipiente que era para los orines, y la mayoría nos opusimos a ello pidiéndoles que aguantaran los más que pudieran ,ojalá hasta la próxima salida. Conversamos bastante el tema, reflexionando que si a las dura situación que estábamos viviendo, no cooperábamos nosotros dándole un mínimo de dignidad a nuestro vivir allí en el interior, los únicos perjudicados éramos nosotros. Poco a poco se fue comprendiendo el punto y todos cooperamos al máximo dentro de nuestras posibilidades.


A los días supe que la niña que estuvo en el centro de torturas de la calle Londres y que llegó a Tejas Verdes junto al grupo en el cual iba yo, tenía a su papá y mamá presos en el mismo campo. Era una familia de apellido Mir. Más adelante tuve oportunidad de conocer al padre, un hombre de 75 años, una vez que ya habíamos sido interrogados /torturados y enviados a la otra zona de reclusión.


El compañero que había llegado en tan malas condiciones fue recuperándose poco a poco y tuve oportunidad de saber de él y que le había pasado. Era un dentista, hombre culto, religioso, de izquierda, que había sido apresado y acusado de tenencia de armas. Había sido torturado 2 veces con un alto nivel de crueldad, él desesperado, en una oportunidad que lo llevaban al baño intentó quitarle el arma a un guardia, me dijo que su intención era que lo mataran, pero desafortunadamente en el forcejeo salió un tiro e hirió en un pie a una compañera. Desde ese día lo maltrataron a diario durante los 10 días que estuvo en la “casa de música”(calle Londres).


Parte de la tortura sicológica del campo era formarnos y leer un listado de nombres que correspondían a los que serían interrogados/torturados ese día. Cuando se llevaban a los nombrados todos quedábamos por un buen rato en silencio rumiando nuestro pesar por ellos y nuestras propias angustias. Después divagábamos sobre lo que creíamos les pasaría, lo cual era bastante masoquista de nuestra parte, aunque algunos pensaban que solo sería un interrogatorio formal. En la noche, cuando el camión regresaba con ellos pero ahora a la otra zona, todos guardábamos silencio, acompañándolos mentalmente en el dolor.


Recuerdo a un compañero, dirigente de la población La Hermida, que me contó su experiencia, a él lo tuvieron una semana en el Ferrocarrilero, alrededor de 50 personas por carro de carga, cuando lo torturaron fue principalmente en base a golpes eléctricos, que él llamaba tunazos. También recuerdo a un compañero dirigente poblacional que había sido obrero del carbón por 14 años en Lota, era un hombre macizo, bien bajo, ancho , moreno, bien fuerte en general, era un autodidacta, que contaba anécdotas sabrosas de su vida en su pueblo.


Un día se escapó hacia el río un compañero de otra barraca que seguramente estaba trastornado, lo persiguieron y alcanzaron, lo mantuvieron por 10 días a la intemperie, amarrado a una torrecilla, expuesto al sol del día y al frío de la noche. Era permitido que otro compañero lo alimentara solo una vez al día.


El martes anterior a semana santa, a las 9 de la mañana, fui nombrado junto a otros compañeros, nos amarraron las manos a la espalda y nos colocaron una capucha negra en la cabeza. El camión no demoró más de 4 minutos en llegar a donde nos llevaban, a empujones nos bajaron y empujaron por unos pasadizos húmedos que creo conducían hacia unos subterráneos, nos encerraron en un calabozo que al cerrar la puerta sonó como un recinto hermético. Al rato supe que éramos 5 y que el calabozo tenía una dimensión aproximada de 2 x 1,5 mts. Los minutos pasaban lentamente. Escuchábamos como otros calabozos se abrían y después gritos que retumbaban escalofriantemente. Yo luchaba para hablarme a mi mismo y darme fuerzas para soportar, me decía que afuera había gente que me necesitaba, como mis hijos principalmente. Con el paso del tiempo, un compañero joven empezó a gemir, tratábamos de darle ánimo pero sin mucho éxito. Poco a poco notamos que el aire se estaba acabando, empezamos a respirar con dificultad al principio, después con las bocas totalmente abiertas para tratar de capturar el poco aire que quedaba y emitiendo escalofriantes estertores productos de la tráquea y garganta apretadas. Estábamos doblados por el esfuerzo y la angustia. Un compañero, empujado por la desesperación, empezó a patear con todas sus fuerzas la puerta, al rato un guardia la abrió, lo que permitió una pequeña pero maravillosa entrada de aire. Nos insultó pero ahora pudimos soportar el resto del tiempo. Como a las 8,30 de la noche abrieron la celda y nos sacaron a empellones, fue extraño, alrededor de nosotros escuchábamos grititos y la sensación de que pequeños seres bailaban alrededor de nosotros. Supongo que todo era parte del diabólico plan para aterrorizarnos. Nos subieron al camión y nos llevaron de vuelta al campo, yo estaba contento porque pensaba que lo peor había pasado, pero si hubiese sabido que justo en una semana se repetiría lo mismo pero ahora añadida la tortura física, creo que mi cerebro no hubiese podido tolerarlo. En unas mesas ,fuera de las barracas, nos dieron comida y un sargento nos dijo que al otro día saldríamos libres , que el campo se estaba cerrando, añadió que él era de Concepción y que en los campos de concentración de allá trataban peor a los campesinos, a ellos no les permitían ni siquiera las dos salidas diarias de 2 minutos que teníamos nosotros. Esa noche no pude dormir imaginándome que al otro día estaría libre.


Desgraciadamente pasaron los días y la ansiada libertad no llegó, incluso fue peor porque durante la semana santa no nos permitieron salir por 3 días y 3 noches, porque en Santo Domingo había un motocross y mucha gente viajaba a la playa. Parece que de la carretera se veía el campo, pues bajaron las ametralladoras de las torrecillas.


El próximo martes me nombraron de nuevo, pensé que era la libertad, pero no, era un nuevo viaje al “cantagallos”. Recuerdo al desgraciado sargento a cargo, quien cuando me quitó el reloj me preguntó riéndose a que familiar debería enviarlo. Nuevamente al calabozo, siempre amarrado a la espalda y con capucha en la cabeza, felizmente junto a mi colega a quien estimaba y que tenía muy buen control. Su nombre es Humberto Ladrón de Guevara , era alto , rubio ,macizo y con un estado de ánimo excepcional para esas condiciones. Ahora a las pocas horas me sacaron y empezaron con preguntas como nombre, estatura, color pelo, color ojos,etc. y me devolvieron al calabozo. Un compañero había sido sacado y regresó torturado pues se quejaba y lo dejaron botado en el suelo. Al poco rato fue mi turno de verdad, me llevaron a un recinto que imagino grande, donde presentía que habían varios individuos, me dejaron de pie y me colocaron alambres eléctricos en los tobillos, muñecas y estómago, ahora hablé como torrente, había pensado que haría eso, hablar y hablar, diciendo lo mismo que había dicho antes en horas en calle Londres. Igual me golpearon y me dieron golpes eléctricos de larga duración cuando se trataba de las preguntas típicas de la afiliación política, donde estaban las armas, quienes era mis contactos ,etc. Cuando ésta pesadilla concluyó me llevaron de vuelta ahora al sector de los interrogados/torturados. Allí, Juan, un compañero mayor que yo, que también venía de la misma barraca anterior, me consolaba e intentaba levantarme el ánimo. Aquí conocí al padre de la niña de apellido Mir, tenía , se veía voluntarioso y firme, a pesar de su difícil situación con toda su familia allí. A los pocos días llamaron a Juan y otros para irse de ahí, espero que haya sido para obtener la ansiada libertad. Esa noche quedé triste, pero todavía estaba mi colega Humberto, conversamos mucho , él me hablaba de su familia, de sus planes profesionales, de todo, fue una larga noche y vimos su amanecer.


Al otro día, alrededor de las 9 Hrs am, llegó un cabo con una nueva lista, ahora sí me nombraron. Nos llevaron al patio, nos hicieron lavarnos y afeitarnos y después el Teniente nos dirigió la palabra por unos 15 minutos. Nos dijo que no podíamos contar nada a nadie si no queríamos que nos pesara, después nos hizo firmar 2 documentos, uno asegurando que no habíamos recibido daño alguno y en el otro nos comprometíamos a no revelar el lugar donde habíamos estado, ambos firmados como testigo por el compañero que teníamos al lado. Nos subieron al camión y miré por última vez el lugar, vi a los compañeros que quedaban y sentí una profunda pena. Entiendo que cuando llegué a Tejas Verdes éramos como 300, parece que ahora no quedaban más de 30, entre ellos el dentista y otros compañeros más mal tratados y que supongo necesitaban más tiempo para recuperarse. Espero que el compañero dentista no haya engrosado la lista de los definitivamente desaparecidos. Parece que era cierto el rumor de que iban a cerrar ese campo de concentración. También quedaron compañeros que estaban desde diciembre de 1973 ,dirigentes de una empresa, Fensa me parece, de la cual el interventor se había asilado con fondos de esa empresa. Quedaba otro compañero que siempre estuvo encerrado solo, supe que era un chofer de La Moneda, había pasado 3 meses encerrado en las bodegas del barco Lebu y torturado en innumerables ocasiones, siempre con la pregunta de fondo, donde y a quienes había entregado armas. El era de barba, había fuerza aún en él , pero con mucha tristeza en el rostro.


Felizmente en el camión de vuelta venían las dos niñas con quienes habíamos llegado. Por primera vez pude verlas, ya no íbamos vendados ni esposados, las más niña era una morena, simpática , encantadora. Ella cuando me vio me reconoció y me dijo que yo había sido quien apoyó la cabeza en sus faldas, que dado que yo estaba bajo el nivel de su cabeza, , pudo vislumbrar mi rostro por la parte baja de las vendas de sus ojos. Nos saludamos con mucha alegría y emoción. En el camino cantamos todos. Cuando llegamos a las afueras de Santiago nos dijeron que el camión estaba en pana , pasaron algunos minutos y nos empezamos a poner nerviosos, pero felizmente nos dejaron salir de a uno. Cuando me tocó a mí caminé tembloroso, deslumbrado por el sol, sin creer aún que eso estaba sucediendo, me alcanzó un compañero, era el arquitecto, con quien caminamos junto hasta la Estación Central. Allí llamé a mi señora y finalmente me encontré de regreso a casa después de un mes de pesadilla.

El epílogo de esta historia es que producto de la experiencia y por miedo a ser tomado preso/desaparecido de nuevo( conocí a muchos compañeros que habían sido detenidos más de una vez), decidí irme del país con mi familia. El dilema fue como, asilarme o intentar irnos por los caminos regulares. Lo pensé mucho y primó un sentido pragmático más el hecho que no había sido acusado de nada, por ello iniciamos los trámites para ir a vivir a Canadá. Iniciamos el vuelo de ida el 11 de junio de 1974.


Después de 5 años en Canadá y 2 en México, regresamos a Chile en Octubre de 1980. Mi hijo permaneció en Canadá, pero felizmente regreso algunos años después.




Nota.- Como agregado a esta declaración dejo constancia que al día siguiente de mi privación de libertad, el 28 de marzo de 1974, militares de civil volvieron a mi casa, allanándola por completo y llevándose múltiples objetos de valor, destacándose entre ellos, mis maquinas fotográficas, mis ampliadoras , en general desmantelaron mi cuarto oscuro. Como anécdota puedo agregar que también se llevaron mis 8 pipas, supongo que sería como evidencia de que yo era el Sherlock Holmes del contraespionaje.







Wilfredo Fleming Pinto
RUT 4321793

domingo, 10 de abril de 2011

Pregunta de examen

La siguiente pregunta fue hecha en un examen trimestral de química en la Universidad Complutense de Madrid. La respuesta de uno de los estudiantes fue tan 'profunda' que el profesor quiso compartirla con sus colegas, vía Internet; razón por la cual podemos todos disfrutar de ella.
Pregunta: ¿Es el Infierno exotérmico (desprende calor) o endotérmico (lo absorbe)? La mayoría de estudiantes escribieron sus comentarios sobre la Ley de Boyle (el gas se enfría cuando se expande y se calienta cuando se comprime).
Un estudiante, sin embargo, escribió lo siguiente:
'En primer lugar, necesitamos saber en qué medida la masa total del Infierno varía con el tiempo. Para ello hemos de saber a qué ritmo entran las almas en el Infierno y a qué ritmo salen. Tengo sin embargo entendido que, una vez dentro del Infierno, las almas ya no salen de él. Por lo tanto, no se producen salidas. En cuanto a cuántas almas entran, veamos lo que dicen las diferentes religiones: la mayoría de ellas declaran que si no perteneces a ellas, irás al Infierno. Dado que hay más de una religión que así se expresa y dado que la gente no pertenece a más de una, podemos concluir que todas las almas van al Infierno.
Con las tasas de nacimientos y muertes existentes, podemos deducir que el número de almas en el Infierno crece de forma exponencial.
Veamos ahora cómo varía el volumen del Infierno: según la Ley de Boyle, para que la temperatura y la presión del Infierno se mantengan estables, el volumen debe expandirse en proporción a la entrada de almas. Hay dos posibilidades:
1. Si el Infierno se expande a una velocidad menor que la de entrada de almas, la temperatura y la presión en el Infierno se incrementarán hasta que éste se desintegre.
2. Si el Infierno se expande a una velocidad mayor que la de la entrada de almas, la temperatura y la presión disminuirán hasta que el Infierno se congele. ¿Qué posibilidad es la verdadera? Si aceptamos lo que me dijo Ana en mi primer año de carrera ('hará frío en el Infierno antes de que me acueste contigo'), y teniendo en cuenta que me acosté con ella ayer noche, la posibilidad número 2 es la verdadera y por tanto daremos como cierto que el Infierno es exotérmico y que ya está congelado. El corolario de esta teoría es que, dado que el Infierno ya está congelado, ya no acepta más almas y está, por tanto, extinguido dejando al Cielo como única prueba de la existencia de un ser divino, lo que explica por qué, anoche, Ana no paraba de gritar '¡Oh, Dios mío!'. Dicho estudiante fue el único que sacó sobresaliente.